Los retrasplantes ponen en evidencia el dilema de escoger entre dos maneras distintas de enfocar estos problemas: por un lado, distribuir los órganos según el lugar del enfermo en la lista de espera y por otro utilizar el criterio de la máxima eficacia. Los partidarios de no hacer retrasplantes insisten en los resultados peores del retrasplante en relación a la operación inicial y por otra parte alegan que retrasplantar deniega un órgano a otro paciente tan necesitado o más que el enfermo en cuestión, contribuyendo de paso a la penuria de órganos. Entra en conflicto el principio de justicia, según el cual todos debieran tener una oportunidad igual de recibir un trasplante, y el paciente operado ya la tuvo.
Sin embargo, no parece ético abandonar a su suerte un paciente en el que ha fallado el trasplante, porque el médico tiene con él un “contrato moral”. O se hace todo lo posible para salvar una vida de un paciente que se entrega a los cuidados del cirujano, sea cual sea el riesgo de que haya fallos, o bien se asegura que los órganos se utilicen de la manera más justa y eficaz posible. Restringir el acceso a retrasplante debe hacerse con muchas reservas. Algunos estudios indican que algunos pacientes trasplantados dos y hasta tres veces en centros de excelencia pueden tener un resultado tan favorable como otros enfermos trasplantados por primera vez. Los xenostrasplante podrían aportar soluciones a muchos de estos conflictos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario